La necesidad de vivir en una sociedad en paz, sin angustias, es un sentimiento compartido por los participantes de todos los talleres y diálogos. Existe un imaginario sobre la sociedad que queremos, el cual parece estar imbuido por la cultura democrática que se configuró después del gobierno de Pérez Jiménez.
Según este imaginario el país deseado se ve como una unidad nacional en la que todos cabemos. Muchos venezolanos plantean la necesidad de reforzar nuestros valores, de exaltar la imagen de figuras exitosas del deporte, la empresa, la ciencia y de proteger la cultura para dar más fuerza de identidad.
También desean un país donde podamos convivir a pesar de las diferencias de pensamiento, religión o posturas políticas. Por ello se plantean el rescate de valores de respeto, tolerancia y armonía…. Pero a su vez, consideran fundamental la eliminación de la impunidad que afecta gravemente la convivencia (violación de las normas de convivencia para beneficio individual o desde los niveles de poder). La seguridad ciudadana y la eliminación de la violencia son deseos muy profundos en esa Venezuela que se imagina.
Los venezolanos quieren un país cohesionado alrededor de objetivos comunes de bienestar para todos, donde se pueden compartir ideas y adelantar proyectos conjuntos.
Aceptando la diversidad como una condición de la sociedad, los participantes visualizan la existencia de mecanismos o “puentes” que permiten acercar a los que no comparten las mismas ideas o pertenecen a grupos diferenciados.
También plantean equidad en los resultados del desarrollo, tanto los materiales como los no materiales.
Finalmente, manifiestan querer una Venezuela más humana con foco en el hombre. Una Venezuela en la que ciudadanos que han hecho violaciones a normas de convivencia, inclusive graves, tengan oportunidades de rectificar, de recibir apoyos para su recuperación y de reinsertarse en la comunicad como ciudadanos de bien.